lunes, 25 de octubre de 2010

Centro / Periferia



Definir concepto, su origen y su aplicación.

Introducción

La parábola geométrica del centro y la periferia se ha usado frecuentemente para describir la oposición entre dos tipos fundamentales de lugares en un sistema universal: el que lo domina y saca provecho de esto - el centro- y los que lo sufren, la periferia. Esta terminología ha sido exitosa al referirse a desigualdades sociales y económicas, especialmente a nivel mundial, en dónde se habla de países centrales (como por ejemplo; Estados Unidos, Europa Occidental, Japón, Canadá, Australia, etc.)  y de países periféricos (como Bolivia, Nicaragua, Jamaica, Argelia, etc.), con un significado similar a otras parejas conceptuales de uso habitual, como Norte y Sur, País Desarrollado y Subdesarrollado y Países del Primer Mundo y los del Tercer Mundo, etc. Estas dualidades se remontan a los escritos de Werner Sombart[1] (El capitalismo Moderno, 1902), Karl Marx[2] (las relaciones ciudad/campo) y otros, que han sido utilizadas posteriormente por múltiples teóricos, pero son los economistas que estudian las desigualdades en el desarrollo económico, los que le dan su mayor aplicación.
Luego, hay que ser cuidadoso en no usar esta terminología en un sentido corriente, como se hace ampliamente en la vida cotidiana,  para distinguir lo que está en el medio de lo que está en el exterior. El concepto puede ser empleado en todos los niveles de la escala geográfica, es decir, centro y periferia dentro de los límites de un pueblo, ciudad, región o país. Pero ha tenido su mayor éxito a nivel mundial, definiendo pares, tales como mundo desarrollado y mundo subdesarrollado, donde claramente el desarrollo representa la modernidad, es decir el centro. Hablar de centro/Periferia posibilita proponer un modelo explicativo de esta diferenciación: la periferia está subordinada porque el centro es dominante -y recíprocamente-. Este concepto también ha sido utilizado a través del tiempo como meras excusas de ambos lados, es decir,  la periferia lo ha usado como un lamento de los países subdesarrollados y por el lado del centro se ha manifestado como un cargo de conciencia de los países occidentales, ya que en estas diferencias se producen dependencias reciprocas, donde las desigualdades son la regla general.
Para que esta regla general tenga sentido, es necesario que existan relaciones entre los dos polos y además que estas relaciones sean asimétricas, es decir, saldo desequilibrado de flujos y jerarquía en las relaciones de poder.
El centro se valida en si mismo usufructuando de esta falta de igualdad y, como contraparte, la periferia tiene como principal característica su posición de dominada. Presentado de esta forma el centro impone las condiciones de su centralidad para la periferia, luego hablar de periferia dominada es una redundancia, ya que este sistema está fundado sobre una lógica de intercambio dinámico, pero desigual.
En consecuencia el modelo centro/periferia tiene una fuerte capacidad heurística, sin tener que trivializarlo excesivamente. Conviene reservar su uso para la formalización de todo sistema fundado sobre las relaciones de desigualdad y no utilizarlo como simple descripción de desnivel.
Otros antecedentes más cercanos de utilización de la dualidad centro/periferia en los procesos económicos, pueden encontrarse en los trabajos del rumano Mihail Manoilescu[3], el chileno-alemán Ernest Wagemann[4] y el ingeniero en economía Viggo Axel Poulsen. Pero fueron los economistas latinoamericanos de la CEPAL, entre los que se destacaron el argentino Raúl Prebisch[5] y el brasileño Celso Furtado[6] los que, luego de la Segunda Guerra Mundial, desarrollaron de forma mas sistemática la noción centro-periferia, para describir un orden económico mundial compuesto por un centro industrial y hegemónico que establece las condiciones económicas a una periferia agrícola y subordinada. Es esta relación desigual el principal obstáculo para el desarrollo, donde la única posibilidad de las economías de la periferia para lograr la modernidad, está dada en convertirse en desarrolladas. Meta ambiciosa difícil de lograr, ya que el desarrollo no se remite en las ventajas comparativas de cada país sino más bien depende de muchas más  variables de largo aliento como lo son la educación, la cual no muestra sus resultados en el corto plazo y nada puede garantizar su éxito.

Desarrollo

Las actuales fisuras de la economía mundial donde la crisis Sub-Prime refuerza los hechos,  forman parte de una crisis crónica iniciada a comienzos de los años 1970,  cuyas expresiones más significativas, ha sido la tendencia de largo plazo en la caída de la tasas de crecimiento productivo del PIB (Producto Interno Bruto) mundial, principalmente en los países centrales. La magnitud de esta fisura se refuerza con la declinación norteamericana y la no aparición de potencias de sustitución o reemplazo; Japón lleva ya casi tres periodos de estancamiento y la Unión Europea está acosada por el déficit fiscal, la desocupación y la asfixiante interconexión económica con Estados Unidos. Este último fenómeno, también agrava la situación japonesa e impone dudas sobre la solidez de la emergente china. A esto se suma la inviabilidad económica de amplias zonas de la periferia, algunas de las cuales, ya han colapsado o están muy próximas al desastre. El subdesarrollo ha dejado de ser desarrollo subordinado, convirtiéndose en depredación de fuerzas productivas.
Esta es la dura realidad que marca el comienzo del siglo XXI, y pone como telón de fondo nuevamente el debate sobre post Capitalismo como eje central, desprendido ahora de la ideología del progreso, ideas que se concibieron cien años atrás y que desaparecieron casi por completo con la caída del keynesianismo (Cuya máxima era dar a las instituciones del estado el control de la economía en las épocas de recesión o crisis, a través del gasto público o política fiscal) y del socialismo soviético (Su máxima era que el gobierno y la organización política del país aseguraba los derechos de la clase obrera y las asambleas de trabajadores a través de un régimen de partido único). Es ahora, en plena euforia neoliberal que los proyectos igualitarios del socialismo, que habían sido confinados al mundo de las ilusiones incumplidas de los siglos XIX y XX,  han ido reapareciendo con una fuerza inesperada, no como nostalgia de la Ex Unión Soviética, sino más bien como un medio de comparación del fracaso y estancamiento del capitalismo.
De un tiempo acá, se han generado numerosos hechos políticos-sociales que podrían conformar las bases de una nueva línea divisoria en el plano de la ideas. La agudización de la crisis económica mundial y por consecuencia la  aparición de la pobreza sumadas a la beligerancia armamentista de países centrales hace que aparezcan una gran variedad de curiosas insurrecciones en los países subdesarrollados, tales como la resistencia radical islámica, los movimientos sociales latinoamericanos en Colombia (La guerrilla), Ecuador (Golpe de estado frustrado)  y Chile (Sublevación indígena), entre otros. Como también la presencia de países de la periferia con cierta autonomía respecto de Occidente como Cuba, China, Vietnam y Venezuela vienen a confirmar el fracaso de las predicciones sobre la inminente homogeneización neoliberal de nuestro planeta.
No es extraño pensar que hoy en día el debate pueda estar focalizado en sí; el mundo burgués entro en decadencia y si tiene la capacidad real de recuperarse. Lo primero está asociada al tema del predominio de la explotación financiera y en consecuencia a la dudosa capacidad de regeneración del capitalismo, la segunda, es decir la capacidad de recuperación, está asociada al posible nacimiento de sectores de la sociedad más revolucionarios que posean una fuerza cultural lo suficientemente importante como para abolir la modernidad de occidente[7].
Es necesario fijar un punto para iniciar esta reflexión y este debiera ser el reconocimiento de la interdependencia real existente entre desarrollo y subdesarrollo como fenómeno presente a lo largo de toda la historia de la civilización burguesa, desde sus primeros pasos a comienzos del segundo milenio.
Es decir la influencia occidental como cimiento fundacional del capitalismo[8], desde las Cruzadas en  Medio Oriente y finalizadas en América, es lo que nos lleva a la reubicación histórica del imperialismo reciente que emerge desde fines del siglo XIX. La reproducción ampliada del capitalismo se ha realizado a través de una sucesión de asimetrías, de sustracciones y reconversiones periféricas como base de los procesos de cambio social y transformación productiva en los países centrales. El capitalismo aparece entonces como un sistema de dominación con una gran vocación global, que se valida hacia fines del siglo XIX cuando, salvo contadas excepciones, el mundo estaba compuesto por países occidentales y colonias de Occidente. Fue en ese entonces, cuando la conquista territorial lograba su máxima expresión, que ocurrió un hecho decisivo para la humanidad, el poder del capitalismo de forma aplastante occidentalizó al mundo, quedándose de forma innegable por más de un siglo hasta hace 40 años atrás. Periodo que se caracterizo por un gran desarrollo, aunque con caídas naturales tras su largo reinado.
Esta conquista histórica de la civilización burguesa fue creando rasgos específicos tanto geográficos como culturales, en algunos casos a partir de implantes exportados directamente de Occidente o como en la mayoría de los casos, a través del sometimiento de las identidades culturales colonizadas. Ahora cuando el sistema mundial empieza a fisurarse, desde las naciones periféricas emergen postulados rupturistas significativos que se manifiestan como identidades en construcción, como contraculturas opuestas de manera antagónica a Occidente; los movimientos de liberación de los pueblos originarios de América Latina son un buen ejemplo de ello. Estos fenómenos surgen como respuestas a un reencuentro postergado del hombre y sus tradiciones históricas postergadas por la modernidad aplastante de occidente, buscando autónomamente generar una nueva identidad que les fue negada por los conquistadores y así lograr ser sujetos pertenecientes a la modernidad[9].

Las potencias centrales proclaman a los cuatro vientos que no existe la posibilidad de alcanzar la modernidad sino es a través de la dinámica centro/periferia, lo que a mi juicio no es del todo falso, sin embargo falta decir que la inviabilidad de la modernidad, plantea la necesidad de su crítica y como superar las fisuras y como todos somos parte de este proceso dinámico, no es justo criticar sino mas bien generar una reflexión más profunda donde la autocrítica sea el hilo conductor de las ideas de cambio. Por lo tanto los periféricos deben iniciar su proceso de desprendimiento de ilusiones pasadas de modernismo y desarrollo al amparo de los países centrales , donde su máxima era la imitación y el seguimiento devoto como simples sirvientes, ya que no existe liberación para el periférico sin realizar su mea culpa más profunda de su propia historia burguesa. Con sus aciertos y mayormente fracasos a lo largo del siglo XX.

Quizás sería utópico imaginar un mundo donde se instaure un modelo de variables indeterminadas, donde nadie pierda y todos ganen[10], donde se establezca un sistema global que logre que las principales burguesías entreguen su cultura al conjunto de las sociedades colonialistas y de allí se irrigue a las elites periféricas y desde ellas llegar a las clases menores del mundo subdesarrollado, creo que alguna vez en la historia se podría lograr siempre y cuando el fantasma de la decadencia financiera este bajo estricta vigilancia de manera tal que no desintegre las bases del modelo.
Sin alejarse de la idea central y tratando de no caer en el mundo de las ideas utópicas carentes de racionalidad. Posteriormente vinieron intentos por revertir la decadencia de Occidente, como lo fue el fascismo, reacción bárbara rápidamente derrotada, gracias a la resistencia de una potencia periférica (URSS), luego llego el keynesianismo el cual produjo una crisis de sobreproducción nunca hasta hoy superada. Lo demás es historia cercana. En síntesis, asistimos a la emergencia mundial del antagonismo entre las fuerzas productivas periféricas por un lado, su desarrollo potencial y supervivencia en el presente, y por el otro la presencia de relaciones económicas capitalistas fundadas la dinámica de la depredación del mercado. En este nuevo contexto el capitalismo progresista aparece como una necesidad, como un proyecto estratégicamente urgente. Más aún, este antagonismo va más allá de las relaciones entre centro y periferia, incluye a las sociedades centrales camino al estancamiento y en consecuencia a su desintegración interna.

La historia del siglo XX  se muestra como un proceso sucesivo de rebeliones desde el subdesarrollo en contra la dominación occidental. Las rupturas fueron posibilitadas por las crisis de Occidente, pero este no se derrumbó sino que viene decayendo de manera irregular, con depresiones y recuperaciones transitorias, pero en el intertanto han sabido conservar su hegemonía en el largo plazo que le ha servido para opacar variados intentos de modernización independiente en los países subdesarrollados.

Conclusiones.

De lo adscrito anteriormente se puede reafirmar que la modernidad se ha presentado como un proyecto sólido que a pesar de sus fisuras a lo largo de su historia, ha sabido mantener su supremacía cultural, situación que se contrapone con los éxitos rupturistas del mundo de la periferia, que siendo fenómenos potentes, no se han sabido mantener a lo largo del tiempo y que han fracasado como proyectos, como es el ejemplo de la Revolución Rusa.

Quizás estemos en presencia de un sistema desgastado producto del esfuerzo realizado para soportar las crisis y mantenerse en pie (sobrecalentamiento de la economía), fenómeno que tiene su similitud en un ser humano mas adulto, donde sus defensas están más bajas y por ende su capacidad de recuperación ante alguna enfermedad es más lenta, siguiendo esta idea podríamos inferir que el capitalismo entro en su etapa de envejecimiento. Sin pensar un momento en su muerte, sino más bien asimilando que este cumulo de experiencias adquiridas a través de la historia de crisis hayan convertido al proyecto de modernidad en un sistema con más experiencia capaz de realizar diagnósticos más certeros y aplicar las medicinas correctas en los momentos precisos. Al parecer presenciamos el renacer de un sistema que despliega todos sus mecanismos de control, pone en marcha la reparación de sus fisuras y rápidamente  se reinventa dejando atrás la idea de dominación, bajo la idea del capitalismo global.

Pero después de este fenómeno denominado capitalismo global que nos deparara la historia. Queda finalmente en mi retina la reflexión de que la modernidad ha dejado su herencia basada principalmente en los procesos de democratización y la incansable lucha de la periferia por hacer de la modernidad su proyecto de vida, dejando su difícil camino un patrimonio cultural de incalculable valor para la humanidad.  
Se espera que ese patrimonio existente a comienzos del siglo XXI, sumado la revolución de las tecnologías de las comunicaciones, las redes internacionales de comercio, la solidez de los procesos democráticos, la descentralización, el auto aprendizaje, la tolerancia y el pluralismo entre otros, sea el hilo conductor que guie a la humanidad a disminuir las brechas entre el centro y la periferia y que sea la articulación de las culturas emergentes, que desde las periferias avancen hacia el centro del desarrollo humano.


 

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